Han pasado cinco minutos desde que vi el reloj por primera vez en esta extraña mañana.
Estoy escribiendo desde el laboratorio clínico en el que estoy practicando, y tengo un ánimo tan triste como el movimiento circular del ventilador de la sala. Todos aquí estamos tensos, cada quien con sus problemas. Y no es que los míos sean tan graves, pero estoy volviendo a sentir que voy a explotar.
Hace algún tiempo atrás había decidido que estudiaría psicología clínica. Me interesa bastante y -dicen algunos por ahí- tengo el don para "ayudar", pero la verdad es que ya no estoy tan segura como antes. A veces tengo este debate conmigo misma sobre si hablar o escuchar; asentir o negar. Sí, sigue siendo tan complejo... Y al final termino sufriendo por lo que he escuchado porque simplemente no sé cómo resolver el problema.
Mi madre suele decir: "los psicólogos resuelven los problemas del resto, pero ni saben cómo solucionar los suyos propios"; y confieso que es verdad. Estoy rodeada de algunos psicólogos y es triste su panorama.
Suelo creer que debería dejar libres muchos pensamientos para no sentirme tan saturada como ahora y poder cavilar mis opciones, y sólo hay un lugar para hacerlo: mi diario.
Estoy mirando el ventilador algo mareada por el calor y por el sonido de los papeles rompiéndose, pero en esta pequeña sala me encuentro feliz porque me interesa bastante lo que hago. Descuiden, este es mi tiempo libre.
Espero que tengan buenas tardes y un bonito fin de mes.
Con cariño, Esperanza.
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