Hola querido blog.
Debo admitirlo: hoy estoy triste. No deprimida, no enferma, sólo triste. Sucede que iniciamos las clases, pero, ahora, mi papel es de la nueva ya que me cambié de colegio. Es una presión después de todo. No sé qué pasará después pero quiero llorar.
Extraño mucho a mis amigos, a mis antiguos compañeros y a esos profesores a los que me encantaba tutear y con los que solía bromear. Ojalá acá hubiera pasado desapercibida pero fue imposible y siento como si tuviera que impresionar a mucha gente, y la verdad es que no quiero hacerlo, pero tampoco quiero que me afecte el hecho de que alguien vaya a salir decepcionado.
Qué triste obsesión que tengo con la decepción. Y este miedo por los cambios me veda la tranquilidad. Quisiera estar en mi anterior colegio y poder bromear con mis amigos, sentirme con la confianza necesaria para poder decir algo sin sentirme la rara, porque si era extraña, todos ahí al menos ya me conocían.
Me siento claustrofóbica, y eso que el curso es muy bonito. Pero no quiero responder a ciertas preguntas ni continuar las conversaciones. Quiero abandonarme a la poesía y la prosa mientras el resto vive su mundo. Siento esta necesidad de encerrarme y no tener que forzar sonrisas o apagar sonrojos.
Sinceramente pensé que sería tan maravilloso como los libros suelen explicar sobre las chicas nuevas en los colegios y las aventuras que hacen de la historia algo tan interesante. Pero la realidad es otra: por dentro, ahí donde está mi corazón, sólo hay tristeza y ansiedad. Las lágrimas y las ganas de no parecer patética luchan por sobresalir, y al final del día sólo tengo ganas de dormir porque ni escribiendo se va esta tristeza. Y es que, acostumbrada un poco a la depresión, la tristeza es más compleja..., porque mañana volveré a estar feliz y me acostumbraré, pero es un cambio de emociones.
...Y los cambios me aterran.
Van a ser las cinco ya. ¡El día se me fue volando! Y mis ganas de escribir otra historia están volviendo a nacer. Por una parte es bueno sentirme así, porque llega a mí la inspiración para escribir, y la magia que se desenvuelve entre mis pensamientos y mis manos en el papel me hacen sentir viva, melancólica, romántica y espontánea... Me siento 'alguien'. Eso haré, escribiré aunque mañana tenga química y el profesor decida preguntarme a mí lo que más he temido que me pregunten este año: "¿Te gusta la materia?", porque me encanta, pero no me siento tan feliz de analizar los libros.
Termino este post con una frase que acabo de leer en una promoción de esas que dan por la calle: "Nunca, nunca, nunca te rindas". Gracias W. Churchill, aunque no te conozca. No me rendiré.
Con afecto y mucho drama, Esperanza.
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