¿Qué eres? Nada más que la sombra triste y olvidada de tus inalcanzables sueños.
Soñabas con ser el misterio que cautive con su voz, la dama que atrajera con su danza.
Anhelabas escuchar de ellos los desesperados intentos por darle nombre a tu belleza.
Y terminaste siendo lo inexistente para el mundo, porque hasta lo desconocido es más llamativo que tú.
Reconoced que ansiabas hipnotizarlos con tu melodía y pretendías dormirlos en el jardín de tu infancia.
Sólo conseguiste de súbditos a los viejos fantasmas de tu doloroso pasado y rechazaste a su fidelidad.
Tu sonrisa hechicera y tus ardientes ojos destilaban veneno, veneno que en magia querías convertir.
Pero no eres más que una farsa, deidad pagana, dueña del roto corazón de marfil.
Te miro y descubro en ti la ilusión apagada, un gris recuerdo de quien era bella.
La silueta de la bondad y la nobleza hecha nada, la prueba de que el Karma ha dejado su huella.
El rostro perturbado por el sueño no cumplido y los surcos que dejaron las lágrimas de impotencia.
Tu deshecho violín y su oxidada canción, son lo único que hoy aún no te dejan.
No osaría preguntar dónde está la musa de lo arcano, porque en tu ser nunca existió.
Ignoraste al cielo azul que te brindaba el día, el arco iris y el canto de las aves, para adorar la noche, causante de tu perdición.
Parece que nada te inmuta, nada te domina, pero cuando cae el ocaso y la dama gris sale en su carruaje,
Tus avivados ojos siguen su paso, esperando ser tocada por su mástil de plata y a su majestad rendir homenaje.
El astro gris, vanidoso, ha desfilado su belleza ante a ti,
Mostrándote lo que quisieras, pero no puedes ser.
Se ha ocultado, tras tu adoración por ella, en la densa nube.
Y te ha abandonado, dejándote de sus brazos caer.
Oh, triste nada, criatura de la noche, un cuerpo sin alma.
Derrama la última gota de sangre y completa tu poción.
Recuéstate en la penumbra y cierra tus ojos.
Lo que esperas ya no vendrá, y lo que viene no es compasión.
Mujer divorciada de la vida, construiste una muralla hermética alrededor de tu corazón.
Luces malvada y fría, pero cerraste tus puertas porque sentías temor.
Porque lo que antes querías, nunca se cumplió. Porque te caíste, tras cada decepción y no te levantaste.
Pero el velo ha caído y en tu agonía desesperante, sólo buscas en tu último suspiro dejar de sentir dolor.
Nadie se apiadará de tu inerte cuerpo, de tu inexistente alma.
Nadie te recordará, porque ninguno te conoció.
Pero mi pluma tambaleante ha llegado hasta el final de esta carta,
Con tu inexpresivo rostro como fuente de inspiración.
Duerme ya, damisela.
Este viaje llamado vida acabó.
Ya no despertarás, pequeña.
Es así como el destino lo decidió.
Musa Arcanam.
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