Habrán cosas que nunca cambiarán. Cosas que deseamos, anhelamos, soñamos que sean como nosotros queremos y que... simplemente no lo serán. Impotencia, molestia, y algún sentimiento más que ahora no logro recordar es lo que nos hostiga en esos momentos, momentos que quisiéramos que terminaran, pero que el destino se empeña en alargar... ¿Y nosotros? Algunos callamos aquello, guardamos lo que sentimos y nos consumimos por dentro. Condenados a silenciar lo que pensamos por temor a perder este dolor, con el miedo de que si cambia duela más, porque no imaginamos otra cosa más que el sufrimiento... Otros lo dicen. Son, quizás, más valientes. Reclaman ese cambio sin importar las consecuencias, pero con ese miedo ardiente -de no estar haciendo las cosas bien- que muy pocas veces demuestran...
Hoy lo pensé. Ayer también y sé que mañana lo haré. Y no me canso de buscar la salida a esto. No sé si seguir siendo la que calla o mantenerme como la que habla. Comprendo que... este sentimiento me atrae, que soy lo que soy: masoquista. Y admito que siento miedo, miedo de que el curso de las cosas cambie tan drásticamente que no pueda soportarlo más... Pero no puedo quedarme estancada. No aquí. Hay dos caminos, una sola decisión, y muy poco tiempo... Y yo ya decidí.
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