8 ene 2016

Autoconocimiento.

AUTOCONOCIMIENTO Y SU TRANSFORMACIÓN EN EL APRENDIZAJE DEL SER HUMANO.
«El misterio final es uno mismo» es una frase que conocemos de Oscar Wilde y que encaja perfectamente para el término «autonocimiento», y es que ¿quién no se ha preguntado qué tanto se conoce a uno mismo? Hay tantas cosas que creemos saber de los demás y del mundo, pero que no se revelan ante nosotros porque están ligadas con el aprendizaje de nuestro ser como individuo.
Abordar un tema tan complejo como el autonocimiento —porque sí, lo considero complejo—, es necesario conocer qué significa y cuáles son los límites que tiene o hasta dónde nos puede llevar su aplicación en nuestra vida cotidiana. A pesar de que la RAE no lo considera como un término aún, existe un enunciado de dominio público y que se acomoda a las exigencias de esta palabra compuesta que lo define como «el resultado de un proceso reflexivo mediante el cual la persona adquiere noción de sí mismo; de sus cualidades y características». Entonces, si el autoconocimiento es un resultado, Wilde acertó al manifestar que es el misterio final. ¿Pero lo conseguimos?
Autoconocerse comprende más allá de lo que nuestros ojos ven y lo que nuestra mente recuerda. Como humanos, somos seres complejos que, al tener la facultad de pensar y expresarlo mediante palabras, estamos expuestos a constantes cambios en nuestro comportamiento y actitud, y debemos esto también a la interacción social que desarrollamos desde que estamos en el vientre materno. Entonces, esta complejidad hace que el conocimiento de nosotros mismos sea algo que, como cualquier ciencia, hay que dedicarle atención y estudio diario. Cada día se presentan situaciones nuevas y personas nuevas ante las cuales debemos reaccionar como respuesta a la supervivencia y a la convivencia (dos factores que luchan frecuentemente. en nuestro interior). Por lo que autoconocerse es una tarea que debemos cumplir. Para explicar esto mejor, es necesario conocer la Ventana de Johari, una propuesta de los psicólogos Joseph Luft y Harry Ingham, la cual está anexada en el presente documento.
La Ventana de Johari expone cuatro situaciones de las cuales solo dos hacen referencia al autoconocimiento: lo que yo sé de mí y los demás no (área oculta) y lo que tanto yo como los demás conocemos de mí (área libre). Las dos restantes —lo que yo desconozco y los demás sí (área ciega) y lo que tanto yo como los demás desconocemos (área desconocida)—, no se acomodan a la circunstancia del autoconocimiento, pero sí se establecen como parte de una persona, puesto que son áreas que posteriormente se resolverán a lo largo del desarrollo humano.
Las dos áreas antes mencionadas son el resultado de este proceso de reflexión. Pero llevarlas a cabo tiene un costoso y largo transcurso. Desde que somos pequeños hasta que llegamos a la edad adulta, vamos amoldando nuestros pasos al tipo de suelo que pisamos y nuestra mente se va forjando de enseñanzas y experiencias que la hacen «madurar». La forma en que recepto el regaño de mis superiores (ya sean familiares o profesores) no es la misma que cuando por primera vez cometí un error «digno de ser corregido», y la respuesta que doy ante un periodo de estrés no será el mismo que cuando labore y tenga más responsabilidades pesando en mi espalda. ¿Por qué? Porque he aprendido a manejarlas de maneras distintas (sin escatimar si son mejores o peores) y de esta manera me he ido moldeando como ser humano. Todo esto abarca el autoconocimiento: saber cómo reaccionaré ante determinadas situaciones, cómo soy cuando estoy solo, cómo soy cuando estoy acompañado, el porqué de mis respuestas, la razón de mis acciones, el pasado que me sigue y el futuro al que temo. Sin embargo, somos más que eso pero conocemos menos que eso, también.
Somos seres en constante evolución, lo que implica desechar ciertas cosas de nosotros y reemplazarlas por otras. Parte de la naturaleza del ser humano es competir, y la mayor competencia que tenemos somos nosotros mismo. Dentro de esta competencia, está el objetivo de cambiar, de ser distintos y de acoplarnos a la meta que nos trazamos en determinado momento, por lo que necesitamos avanzar e innovar, con nosotros mismos y con nuestro entorno. En eso se basa el desarrollo humano, y su aprendizaje es fundamental para contribuir con este.
¿Pero en qué ayuda el autoconocimiento al aprendizaje del ser humano?
Para conocer el océano, hay que estudiar sus elementos; para conocer el universo, hay que estudiar las estrellas; para saber el funcionamiento del ser humano, hay que estudiar sus órganos; para conocer al ser humano, hay que estudiar a cada individuo. Pero esto no es tarea de una sociedad, ni de una organización, ¡ni de científicos o profesores!, es tarea de uno mismo, porque somos tan infinitos como el universo y tan complejos como el mar que intentar abarcar con todos sería intentar abrazar todo el oxígeno del planeta sin que ninguna partícula quede fuera.
¿Contribuye conocerse a sí mismo para aprender de los demás?
Sí, porque parte del autoconocimiento es la reflexión del ser y sus características, y ya que nos asemejamos tanto en físico, nuestras mentes no están lejos de esta aproximación. Mejor dicho, es como tomar en una botella agua del mar e intentar conocer las propiedades de este en general con esta pequeña porción. ¿Que no será como el agua que está a un kilómetro de distancia? Es cierto, pero tampoco está tan lejos de parecerse.
Tal vez el mayor error de la humanidad es querer aprender del exterior sin haber conocido su interior, y aunque lo aplica en otros ámbitos como la tecnología y la medicina, aún no se lo ha propuesto como humanidad, que es tan o más importante que el próximo invento que facilitará nuestro diario vivir.

Conocerse totalmente ha de ser el éxtasis de la vida, o el final del misterio como dice Wilde, aunque para mí, este misterio nunca tendrá fin. Las otras dos partes de la ventana de Johari forman parte de este largo recorrido por el que intentamos caminar y que deseamos terminar con satisfacción, pero que día a día se va alargando más y más, sin final. Sin embargo, el objetivo de vivir es tener noción de lo que somos y hacia dónde nos dirigimos, de forma que no sólo sabremos de nosotros sino del humano como un todo, como humanidad.

Autora: María Esperanza Álava Zambrano.
(Trabajo de Desarrollo del Pensamiento, UTM)

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