13 dic 2012

Tristeza, realidad.

Ser joven y sentir que el día se apaga, y que la noche no resplandece como antes es deplorable.
Soy joven y es lo que siento... 
Por dentro, y gracias a mis ojos, lo único que veo es tragedia y dolor. Es como una cruda tempestad que va levantando todo a su paso y deshaciéndose de mis cosas, dejando todo un desastre cuando por fin se aleja. Pero no hay esperanzas porque tampoco se va esta tormenta; regresa y empeora a cada instante. No es piadosa ni por un momento y está sorda, porque no escucha mis súplicas. ¿Quién dijo que una tormenta puede escuchar? Sólo mi fantasía me permite creerlo...
Meditando hace algunos días, llegué a la conclusión de que la fantasía en la que me sumo en ocasiones es bella, me dopa y hace del dolor nada... Es indescriptible y adictiva. Es no vivir la realidad, soñar y soñar con que las cosas estarán siempre bien, con que el sufrimiento no existe -a pesar de que lo menciono y está presente por ese mismo hecho-, y lo mejor... Es mejor que la realidad.
Pero es triste..., porque a pesar de que me adormece, no tiene el mismo efecto satisfactorio cuando es la hora de despertar; es como que anestesien a una criatura durante el día, y al acabarse la medicina, tome conciencia del lugar en el que se encuentra y, una ciudad destruida, personas muertas y piedad gritada a los cielos sea el único panorama que le toque vivir.
Disculpen mi ejemplo, no es la realidad que estoy viviendo, pero la desesperación por salir de este lugar es algo parecida...
Entonces se abren mis ojos, y aun así no soy capaz de observar, sólo veo... Y está nublado pero noto en sus rostros la decepción y la lástima. No son todos, sólo quienes no saben de este corazón, los que aún no comparten esta pena, de la cual no quiero hacerles partícipes porque temo a su reacción.
No es agradable estar así, pero cuando sólo cierro los ojos y vivo mi cuento de perfecta armonía, está ese leve dolor, esa tristeza innata que no me deja dormir, pero sin la cual no sabría vivir, y es lo que hace que quiera permanecer allí, aunque no cause más que daño.
No me considero masoquista porque quizás no lo soy, es mi forma de ver ciertas cosas; o quizás estoy demasiado sumida en esto, demasiado obsesionada con este estilo de vida a la que nadie me ha obligado a vivir, pero es difícil deshacerse de esto y tampoco quiero hacerlo.
La fantasía y la realidad no son malas en ningún aspecto, tampoco son un error... Lo que desequilibra es estar en esa fina línea entre ambas, porque, o es una o es la otra..., sino; ¿es esto vida? Entonces llego al punto en el que el caos causado por estar en medio de ambas es peor que el silencio eterno, porque allí al menos no habrá nada que decidir.
Se escapó mi inspiración y con ella la creatividad de mis manos, de mis ojos, de mi mente... Alguna vez le dije a un amigo: "no dejes que la inspiración se vaya, atrápala que aún no es tarde". Tan sólo espero que para mí no lo sea.
Estoy permitiendo a mis lágrimas causar un revoltijo en mi alma y secarse en ella. Lo considero una tontería y algo triste, porque adoro llorar, pero no puedo vivir del cristal triste que emanan mis ojos, aunque lo desee.
Lo bueno de este día ha sido que finalmente ha llovido y hay una estrella en el firmamento, cumpliendo un deseo. Hasta aquí llego, con Il Mostro endulzando mi fría noche y con la esperanza apagada, porque aunque me convenza de lo contrario, ya no tengo fuerzas para creer (sin embargo, un delgado hilo me mantiene colgada, unida a la fe. Ojalá no se rompa...)
Felices días de oscuridad. Pronto saldrá el sol y las dudas serán despejadas para quienes acepten desprenderse del vicioso daño buscando el camino correcto...
Anhelante y viva, Esperanza

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