Te enojas, piensas que es porque te odio y me caes mal pero al mismo tiempo -y muy en el fondo de tu alma- tienes la leve corazonada de que te quiero y no sé cómo demostrarlo.
Equivocado.
Ninguna de tus dos suposiciones son acertadas. Ni te quiero ni te odio. Tan sólo no sabes llegar a mí.
Esperanza.
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