Hola, mundo mío.
Aquí llego yo como ha llegado noviembre para mí: sin aviso y sin novedades.
Estos últimos tiempos han sido algo complicados para este corazón, y no es que esté reviviendo experiencias pasadas, sino que las decisiones que la vida empieza a poner en mi camino se van complicando como los niveles de un video game. Quizá son cosas sin relevancia para el resto del universo pero para mí, en mi aparentemente pequeño mundo, son cosas que han de marcar mis páginas hasta el último pedazo de papel que me quede.
Y es que hay adultos -y adolescentes mismos- que me dicen: cálmate, no puede salir mal. No, bueno... Sé que no es el fin del mundo pero fuera extraordinario que alguien pudiera controlar al neurotransmisor que hace sudar mis manos y latir fuertemente a mi corazón.
He de ser sincera: como todo el tiempo, estoy haciendo tormentas en mi deliciosa bebida de chocolate, pero mi manera de ver las cosas se debate entre lo infantil y lo maduro. Por lo que he oído, es más fácil equivocarse ahora que uno es joven que después, cuando las decisiones se ven agotadas con el surgir de las arrugas. En realidad, creo que lo más difícil es vivir ahora sin pensar en el futuro (si es que nuestro dogma es que el destino lo escribimos nosotros mismos). Y es que a diario suceden tantas cosas de las que uno tiene que asumir parte y que hacen que vayan disminuyendo las horas del té y los sueños en vainilla. Pero entonces recuerdo que la esperanza en mí no se ha extinguido y que a penas llevo 17 años en este mundo lleno de novedades y de magia escondida en el césped sin cortar o en las mariposas que aún no salen del capullo. Y es ahí, en ese preciso momento, que siento las ganas de volar, correr y reír.
Y es justamente en ese momento cuando regreso aquí.
La inspiración sigue ahí afuera de mi ventana, en forma de gotas de lluvia queriendo rodar por mi piel y bañarme en sueños. Pero la imaginación se ha convertido en una amiga pasajera que se ha olvidado de nuestras citas entre sueños y de nuestros encuentros en clases. Si alguien la ha visto, dígale que la extraño y que el tesoro que había plasmado en mi cuaderno no es mío, sino un tributo a su existencia.
Con cariño, Esperanza.
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