Tengo que escribir un discurso de agradecimiento para mañana la graduación y no sé cómo empezar ni qué decir. Puede que suene tonto ya que es un discurso para agradecer por todo, pero ¿qué es todo?
Supongo que tengo que recordar el colegio. El inicio.
Tuve dos inicios, tal vez más pero son dos los que recuerdo.
Estaba sola en un mundo que muchos ya conocían y que a mí se me antojaba increíblemente enorme. Todos caminaban seguros y hablaban como si las responsabilidades no pesaran en sus espaldas. Tenían solucionadas sus vidas.
Y ahí estaba yo: sorprendida y maravillada con lo que iba a conocer. Recuerdo que los miraba como si fueran iguales, no lograba distinguir rostros ni recordaba nombres y cuando conversaba con ellos eran tan extraños que pensé que nunca llegaríamos a simpatizar. Sin embargo lo hicimos.
Fueron años conociendo sus formas de caminar, sus "por favor" y sus "gracias", sus conflictos y sus virtudes, sus cambios de rutina y de amigos. Sus "todos".
Pero todos tenemos que volar alguna vez en la vida.
Después de la tormenta que creé en mi interior consecuencia del exterior, volé. Es cierto que amé, extrañé, añoré y lloré lo que había dejado con mi partida, pero en algún momento de la vida me di cuenta de que lo que en realidad adoraba lo llevaba en mi corazón y que, sin importar a dónde fuera, mi corazón siempre pertenecería a un sólo lugar: yo.
Y yo había empacado junto a mis sueños las historias que había encontrado en el camino.
Volar se siente realmente increíble, especialmente cuando no sabes qué te depara el futuro.
El punto es que llegué a tierras desconocidas y sí, estaba acompañada por corazones homogéneos, pero cada quien tiene su perspectiva.
Recuerdo aquel inicio como si hubiera sido ayer. Recuerdo que quería ser tan solo una observadora omnipresente pero me convertí en la caminante observada. En aquel tiempo sufrí para adaptarme lamentando haber creído que sería tan fácil como me lo habían descrito y bueno, creo que fue en ese momento que me grabé en la mente que las cosas se aprenden por experiencia propia.
Sin embargo, a pesar de haberlo pasado mal al comienzo, tuve mis buenos momentos que hoy se han convertido en retazos coloridos de este cuento aún sin armar y que poco a poco fueron llenando mi alma de inspiración y que a mi corazón descongelaron con cada sonrisa honesta.
Tengo unas enormes ganas de borrar todo esto y comenzar nuevamente pues ya no sé cómo continuar...
Me siento vacía y triste. Atrás quedan las risas, las bromas, los aciertos y desaciertos, los sueños y las esperanzas, las ganas de volar. Las ganas de amar.
Atrás queda todo. No importa que haya estado triste más tiempo de lo que pude ser feliz. No importa si al final aprendí realmente a aceptar y querer sin juzgar. No importa si ya no recuerdo qué fue lo que aprendí. Ya nada de eso es tan importante ahora...
Hoy quedan 17 años grabados en el borde de un anillo que portaré por el resto de mi vida como señal de todo lo que viví, de todo lo que adoré y de todo lo que cinceló a mi corazón. Mañana escribiré el último capítulo de esta historia y cerraré el libro para guardarlo en el fondo de mi corazón, allá donde se guardan como un tesoro a los deseos más valiosos, y cuando crezca y tenga que mirar el atardecer en la playa, recordaré con melancólica felicidad lo mejor que la vida me dio.
Y espero nunca me arrebate.
Supongo que al final de la noche decidiré por escribir en el papel gracias.
Gracias porque viví. Gracias porque sentí. Gracias porque aprendí. Gracias porque ahora tengo motivos para desear ser adolescente otra vez por el resto de mi vida.
Y gracias por soportarme, porque sola no lo hubiera podido hacer.
Hubiera deseado que mi discurso de agradecimiento fuera como el de las películas norteamericanas: tan emotivo y tan hermoso que sacara lágrimas a quien lo escuchara. De verdad había soñado con tener el honor de ser yo quien lo dijera, pero ahora me he quedado sin palabras.
Y creo que es lo mejor, porque el más sincero agradecimiento se dice con cada latir del corazón en un gesto espontáneo. Uno nacido de aquí, en medio del pecho.
Termino estas palabras con un suspiro, un desconsuelo y un vacío que mañana se convertirán en risas, alegría y compañía, y con el recuerdo de algo que leí en mi cuento favorito: cuando el Principito le preguntó al zorro qué significaba domesticar este respondió:
"Crear lazos..."
Es lo que yo he hecho a lo largo de esta vida y ojalá nunca los rompa, ojalá nunca los suelte, ojalá nunca los tense.
Ojalá pudiera ser joven por siempre...
Léanlo y entenderán.
Con amor, Esperanza.
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